sábado, 25 de agosto de 2012
Cap. 1: El Pasadizo Secreto
Dicen que todo es posible en Granada. También dicen que en los años bisiestos puede suceder cualquier cosa. ¡Y vaya si sucedieron cosas en aquel agosto de 1988!
Que os lo cuente Ulises Cabal.
Ya sabéis dónde encontrarle: tiene su librería '' El Secreto'' en la parte baja de la Alhambra, cerca, muy cerca, de la calle de la Almanzora.
'' El Secreto'' es, además, un lugar de encuentro. Allí se dan cita los que buscan algún ejemplar viejo, una edición especial de un libro concreto, y los chavales que van a comprar libros de texto. Unos y otros son amigos de Ulises Cabal. Con todos habla de personajes imaginarios o históricos, recita poemas o escucha los que otros recitan. Pero para Ulises, los mejores momentos de día son cuando la tienda se queda a solas, cuando ha echado el cierre y puede dedicarse a su afición favorita. Bueno, en realidad tiene varias aficiones: hacer fotografías, recoger sonidos con su grabadora de bolsillo, tomar notas, seguir pistas... Pero todas estas aficiones se pueden concretar en una: Ulises Cabal es un detective aficionado.
-Charito, no me toques esas notas, que luego las tengo que consultar.
-Sólo las iba a cambiar de sitio para limpiar el polvo.
Charito es una prima que tiene Ulises. Charito es morena, le gustan las películas de misterio y ayuda lo que puede en la librería. En realidad, siempre anda rondando por allí, porque admira profundamente a su primo.
Ulises es pelirrojo, utiliza gafas porque es un poco miope y siempre que puede bebe agua de litines; dice que es buena para la digestión. Acaba de cumplir 34 años, ¡un montón de años!, el doble casi que Charito. Pero eso no importa nada. A la librería van y vienen personas de todas la edades, desde el chaval que quiere cambiar cromos hasta el anciano estudioso que sabe de Boadbil más que nadie.
Esa tarde, en el patio trasero de la tienda, han estado los amigos más amigos de Ulises: Juanjo y Selim. Juanjo es un idealista, alguien que tiene ganas de cambiar el mundo y que, mientras estudia, trabaja en un taller mecánico para sacar una pelas en la vida. Es un manitas del motor.
Selim cruzó el mar no se sabe cuándo. Viene de Marrakech, pero es nómada de espíritu y en Granada se siente a gusto, con tantos recuerdos de sus antepasados árabes. Aparece y desaparece siin explicar nada a nadie.
-Hace mucho tiempo que no te veía el pelo, Selim.
Selim lleva el pelo corto y rizado.
-Selim va y viene. Hoy está aquí- dice de sí mismo.
A Selim le encanta tocar la flauta. Es todo un artista que escandila a los turistas de la Costa del Sol. Luego pasa el platillo y saca para ir tirando. Esa tarde, la tarde anterior al gran misterio, Selim tocó una melodía muy dulce y muy romántica. A Charito, que no dejaba de mirar a su primo Ulises de reojo, se le escaparon unas lagrimillas de emoción. Le parecía tan bonito estar allí, en el patio cubierto por la parra virgen, bajo la sombra de la Alhambra, con sus amigos...
Hasta ese momento, aquel día había sido como todos los demás, más o menos. Pero al caer la tarde, las sombras parecían presagiarque algo grande iba a suceder.
En el fondo, Ulises Cabal estaba deseando
quedarse solo.
Había cosas que tenía que comprobar, que verificar.
Al marcharse sus amigos, el móvil de latón que colgaba sobre la puerta se agitó con su chispeante sonido.
-Hasta mañana, Ulises.
-Hasta mañana, Juanjo.
-Selim te desea buenas noches.
-Buenas noches, Selim.
-Ulises, ¿quieres que me quede un poco más?
-No hace falta, Charito. Hasta mañana.
Cerró la puerta olvidándose de echar la llave. Luego se dirigió a la trastienda donde encendio una varilla de sándalo ( ritual con el que siempre comenzaba ''sus mejores ratos del día'' ) y sacó cuidadosamente un libro. Entre tantos libros, algunos decorados por las telarañas del tiempo, había uno muy especial. Era el libro que le había lanzado por los caminos de la investigación. Cuando su tío Amaniel le dejó la tienda, hizo hincapié en 2 objetos:
-Esta librería tiene grandes secretos, Ulises. Secretos que estan en lo libros y secretos que estan bajo las paredes que contienen los libros. Pero no lo olvides, Ulises, todos los secretos pueden ser desvelados, todos los misterios descubiertos, si sabes utilizar estas 2 cosas.
La 1º era una obra escrita un par de siglos atrás titulada ''El perfecto observador''. En ellas estaban las recetas para comprender e sentido de un gesto disimulado, para seguir un rastro donde los demás sólo ven detalles sin importancias, para transformar el eco en un mensaje...
La otra cosa era una llave. Ulises todavía no había conseguido saber para qué servía, ya que su tío había muerto antes de poder explicárselo. Al cogerla por primera vez, Ulises sintió algo más que un escalofrío, sintió como una descarga magnética. Lejos de soltar la llave, lo que hizo fue cerrar la mano fuertemente sobre ella, seguro de su extraño poder. Desde entonces jamás le había abandonado, llevándola colgada al cuello como si de un amuleto se tratase.
''El perfecto observador'' se lo sabía de memoria y resultaba el fiel compañero de su grabadora de bolsillo, donde tenía la manía de recoger todos los sonidos de la naturaleza, de la ciudad, las conversaciones, las palabras...
Esa tarde había grabado lo que decían sus amigos, sin que ellos lo advirtieran. Y ahora lo iba a escuchar atentamente, porque nunca se sabe...
Nunca se sabe...Aquellas paredes vetustas estaban acostumbradas a guardar secretos ( de ahí el nombre de la librería ), secretos que conocían bien las arañas y los ratones con los que Ulises tenía una guerra declarada para que no estropearsen sus libros. Más de una vez se había dicho que tendría que conseguir un gato que le hiciera compañía y además fuera su celador. Pero jamás encontraba el momento de buscarlo, o, al menos, de buscar el que a él le gustara.
Ulises se volvió bruscamente, porque, sin poder explicárselo muy bien, había notado como si alguien estuviera a sus espaldas, mirándole fijamente. El silencio era mayor de lo habitual. Por unos instantes pareció como si la vida se hubiera detenido, como si ni siquiera se escuchara el sonido del latido del corazón.
Tal vez es que estaba cansado. Lo mejor sería irse lo antes posible a la cama, escuchar un poquito de música y ¡a dormir!
Pero la curiosidad era más fuerte y Ulises puso en marcha la grabadora. ¿Qué hubiera pasado si no hubiera apretado la tecla que reproducía los sonidos? Tal vez jamás se habría desvelado un misterio que estaba a punto de aparecer. Pero Ulises apretó la tecla y se puso a escuchar las charlas, las bromas, la música de flauta, las despedidas. Y ya estaba Ulises a punto de reboninar la cinta cuando creyó percibir unas extrañas palabras, inconcrectas, incomprensibles; repasando el sonido varias veces, captó algo así como ''que no se fía''. O ''que se fía''. En realidad, alguien hablabade que se fiaba o no se fiab, si la interpretación era correcta. Pero, ¿qué significaba todo eso? Y no eran sus amigos los que hablaban; de eso estaba seguro.
Entonces en la cinta se oyó un sonido más claro, que a Ulises no le costó identificar. Podía equivocarse; los sonidos muchas veces son traicioneros, pero su experiencia era grande, borbotones que estaban registrados sólo podían corresponder a agua..., agua que corría por un estrecho recinto: al agua de una cañería.
No podía estar muy lejos. Si descubría qué cañería era la que había quedado registrada, quizá descubriera el orgen de las voces misteriosas. Con paciencia comenzó a golpear las tuberías de aquella zona de la librería. Era una parte muy vieja y con humedad. Más de una vez se dijo que tenía que acondicionarlo un poco, que la humedad era mala compañera de los libros; pero simpre lo iba dejando. Ahora se alegraba un poco de su dejadez, porque gracias a ella iba descubriendo que zonas de la pared estaban más humedas.
Al tocar el codo de un tubería, un codo en ángulo recto que desaparecía por el muro, parte de la pared se hundió.
Ulises retrocedió un segundo. Luego seguió derribando el muro.
Primero apareció una fisura, un boquete, hasta descubrir una puerta diminuta, por la que -aunque con dificultad- se podía peentrar enun mundo diferente.
Ulises, sin pensárselo 2 veces, penetró.
Tardó algún tiempo hasta que sus ojos se acostubraron a la oscuridad. Mientras tanto pudo escuchar los sonidos de aquellas cavidad: murmullo de pisadas lejanas, saltitos como de pies diminutos y chapoteos rítmicos.
Las pisadas lejanas podían ser los ecos de la superficie que llegaban hasta allí deformados. Los saltitos diminutos de pies menudos eran, sin duda, debido a las ratas del subsuelo.
Y los chapoteos, a las gotas que se filtraban por las paredes.
Entonces escuchó el sonido grabado. ¡El agua que corría por alguna cañería era idéntica a la que estaba en su cinta magnetofónica! La turbulencia 1º, luego el gluglú, después el silencio expectrante.
Ulises notó que le empezaba a arder un poco el estómago y eso era símbolo inequívoco de que algo estaba a punto de suceder. Si hubiera tenido a mano un vasito de agua y un sobre de sales de litines...
Pero lo único que tenía ante sí era un pasadizo misterioso por el que, tal vez, había pasado alguien que hablaba con palabras incomprensibles.
También podía ocurrir otra cosa: y es que esos personajes -fueran los que fueran- estuvieran todavía allí, al acecho, esperando el menor movimiento suyo para tirársele encima. Podían ser los hombres de las profundidades, los monstruos del subsuelo, los príncipes tenebrosos de la oscuridad...
Ulises no sabía que hacer. Por un lado, su curiosidad le llevaba a seguir adelante, a avanzar por el pasadizo para ver adónde llevaba. Por otro, su seguridad le indicaba que lo mejor era regresar a la tienda.
Mientras cavilaba qué hacer, no se percató de que a sus espaldas una mano se iba acercando lenta, muy lentamente, hacia su cuello.
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